Al igual que miles de jóvenes del medio rural de Jalisco, al finalizar la década de los sesenta, al terminar mi enseñanza secundaria me vi en la inescapable decisión de migrar de Tototlán a Guadalajara para ingresar a la preparatoria en la UdeG, ya que aquí se concentraba toda la enseñanza media y superior.
A principios de los noventa, como integrante de la LIII Legislatura me tocó conocer, y obvio respalde, el proyecto de la Red Universitaria, la cual vino acompañada de una profunda trasformación orgánica, pues la Universidad conquistó el derecho a elegir a sus autoridades en plena autonomía, dejando atrás la forma tradicional de la terna presentada al gobernador para que este decidiera quién debería ocupar el rectorado. Esa reforma fue premonitoria porque meses después el PAN ganaba el gobierno de Jalisco.
Esos cambios le dieron condiciones a la UdeG para hacerse presente con toda la solidez institucional en las diversas regiones de Jalisco, las que habían estado limitadas a las actividades tradicionales como la agricultura, la ganadería y el comercio. Hoy la institución tiene Centros Universitarios en todas las ciudades medias y difunde la enseñanza en 109 municipios. Cuando se constituyó la Red, había 130 mil estudiantes, 20 años después hay 241 mil; es decir 100 mil más.
Otro de los efectos de la Red, es que 92 mil de sus educandos son atendidos en planteles ubicados fuera de la Zona Metropolitana de Guadalajara, lo que representa el 44 por ciento de los mismos.
Hoy los resultados de la Red Universitaria en cuanto a su incidencia social son bien valorados y aprovechados; se han enriquecido la esfera académica y social de Jalisco. Habría que insistir y no quitar nunca el dedo del renglón sobre una de las más graves deudas de la universidad pública: su permanente insuficiencia para dar cobertura total a las demandas de ingreso a nivel medio y superior.
Ese es el tema clave de los desafíos que enfrenta la Universidad, lo expresó el pasado miércoles el Rector Tonatiuh Bravo, “aún son muchos los jóvenes que quedan fuera de las aulas pues sólo se tiene cobertura apenas por arriba del 30 por ciento nacional. Si queremos un país próspero, seguro y en paz, el Estado mexicano y las universidades deben tomar medidas drásticas para el aumento de las oportunidades educativas, pertinentes y de calidad”.