El Día Mundial Sin Auto tomé la bicicleta y pasé mi jornada laboral poniendo a prueba mi seguridad entre el tráfico de la ciudad, como lo hago varias veces durante la semana. Caminar y usar este medio de transporte forma parte de mi costumbre, no lo hago solamente por pose de político que aprovecha la ocasión para dejarse ver, sino porque creo que muchos trayectos de nuestro día es posible hacerlos por medios alternos al automóvil.
Lamentablemente, como muchos políticos pudieron darse cuenta este lunes, nuestra ciudad carece de un modelo para promover la movilidad alternativa y no tiene una estrategia que motive a la gente a dejar el coche en su casa. La carencia de un sistema de movilidad sustentable en la ciudad hace que caminar, trasladarse en bicicleta o subirse a un transporte público sean verdaderos actos de deporte extremo.
Peor aún, para quienes su única opción es el transporte público, pareciera que transportarse por este medio es más una penitencia que una manera eficiente de moverse. Andar en las calles sin la coraza de un auto es incluso un riesgo para la vida.
Después del Día Mundial Sin Auto, mi forma de vida no cambió. El martes fui en bici al trabajo y el miércoles durante un viaje al DF aproveché para renovar mi tarjeta de Ecobici (el sistema de bicicletas públicas de la Ciudad de México). Asimismo, estoy convencido que existen visos de esperanza, como los más de 30 kilómetros de ciclopistas que en los últimos cinco años hemos concretado en Tlajomulco de Zúñiga. Hoy en día, el centro histórico de este municipio cuenta con banquetas anchas, rampas para personas con capacidades diferentes, ciclopistas y la circulación de los autos está condicionada para una velocidad de 30 kilómetros por hora (Zona 30).
Entre selfies y hashtags de políticos, ojalá que el Día Mundial Sin Autos haya servido para que nuestros gobernantes hayan aprendido las grandes carencias de la ciudad en infraestructura peatonal, ciclopistas y transporte público.