La movilidad metropolitana es como un Frankestein que se hace a retazos, con decisiones tomadas sobre las rodillas. El último episodio de esta falta de planeación ocurrió el martes en el Congreso del Estado, con la aprobación, de los diputados del PRI, PAN, PRD y PVEM, para que el gobierno estatal sea el aval de los transportistas (muchos de ellos quebrados y en números rojos) para renovar su parque vehicular a través de un crédito de mil 300 millones de pesos.
Curiosa forma de trabajar del Gobierno del Estado que, por una parte, dice multar y presionar a los choferes y transportistas que incumplen con la Ley de Movilidad, y por otra les da un cheque en blanco para renovar sus unidades lo que, a largo plazo, justificará el aumento de la tarifa del transporte público, el objetivo de fondo del Ejecutivo y de los transportistas.
¿Usted aceptaría prestarle dinero o ser el aval de un amigo suyo endeudado, desorganizado y que presta un servicio de mala calidad? Pues el gobierno sí lo hizo.
Además de hipotecar a la sociedad jalisciense con el crédito, con el pretexto de que habrá unidades nuevas, eventualmente los usuarios de transporte público tendrán que también asumir el aumento a la tarifa a pesar de que sigan padeciendo el pésimo servicio.
Los problemas de la movilidad de la ciudad se deben a la política de ocurrencias, a decisiones que se toman sin una visión metropolitana a largo plazo. Sin contar con fundamentos técnicos, hace casi dos años el gobierno autorizó subir la tarifa a siete pesos, pero el pésimo servicio continuó. Luego, tras el lamentable incidente frente al Prepa 10 que costó la vida a una estudiante, se volvió a bajar presionados por la opinión pública.
El servicio de transporte público está fuera de control y este chilaquil de colores y tarifas que inunda el parque vehicular no es sólo culpa sólo de un pulpo camionero, sino de un Frankestein que ha sido creado sin control, bajo la permisividad del gobierno en turno.