Las muestra de rechazo de los estudiantes hacia los candidatos priístas en el ITESO y las manifestaciones en contra del candidato del PRI a Zapopan en el CUCEA, no son más que una reacción natural y espontánea de los universitarios frente a la decepción provocada por los partidos políticos tradicionales, especialmente por los representantes del PRI.
Informados y críticos, los jóvenes nos han vuelto a dar una lección. Históricamente, la juventud universitaria mexicana ha sido símbolo de lucha, pensamiento y conciencia social crítica.
Siempre es una buena noticia saber que la sociedad sigue despierta, que los jóvenes no han renunciado a sentirse libres, a decir lo que piensan, a levantar la voz ante la injusticia, a ser auténticos, a sustentar sus reclamos de manera inteligente, a increpar a los corruptos y a los que han dado la espalda a los ciudadanos.
Candidatos de Movimiento Ciudadano como Enrique Alfaro o Pablo Lemus, también han estado estos últimos días, en las aulas intercambiando puntos de vista con los universitarios, en un clima mucho más distendido y de cordialidad, con ánimo de respeto. A ellos, no se les ha increpado como a los candidatos del PRI. De hecho, el miércoles pasado Lemus llenó la sala de CUCEA, y decenas de estudiantes no pudieron entrar.
Los valores que representan unos y otros son tan opuestos, que los mismos estudiantes se dan cuenta de ello. El lastre de lo que ha significado el PRI para México, así como su legado, no pasa desapercibido para los jóvenes. Ellos también tienen memoria. Son miembros de una generación informada, la generación de las redes sociales y de la indignación.
Algunos personajes siguen sin entender el México actual y fomentan prácticas anacrónicas. El jueves pasado los candidatos del PRD llenaron las primeras filas de un aula del ITESO con seguidores para que les hicieran el juego y los blindaran ante una posible manifestación. Afortunadamente, fueron retirados a tiempo por los organizadores.
Los episodios de esta semana nos arrojan lecciones valiosas, entre ellas, que todos tenemos la obligación de escuchar con respeto la voz de la gente. No le temamos a los jóvenes, ni a la crítica. Temamos más, en todo caso, al silencio cómplice.