Autor:
Enrique Ibarra Pedroza
El inicio de los gobiernos casi siempre genera un sentimiento de esperanza e ilusión en la gente de que los asuntos públicos que le aquejan serán atendidos para su bienestar. Incluso, se ha vuelto un lugar común asociar esa etapa a una luna de miel entre el elegido y quienes lo votaron.
Por ello, llama la atención lo que ocurre con el gobierno de Jalisco. Pese a que está conformado por una cabeza y casi en su totalidad por un equipo que proviene de una campaña en la que ofertaron propuestas y compromisos y que dispusieron de ocho meses de transición, lo accidentado y los yerros en estas pocas semanas lo está llevando a que en lugar de un ambiente lunamielero se acerquemás a un divorcio exprés con la gente.
Hace tres días, en MILENIO JALISCO, Carlos Martínez hizo un breve recuento de lo que vislumbra como promesas incumplidas del gobernador; el apoyo a estudiantes para el trasporte y las computadoras, a los adultos mayores, y a los pobladores de Temaca. Y qué decir del megatema de las tarifas del trasporte público, en el que los diputados de Movimiento Ciudadano y Enrique Alfaro, lograron proteger la economía de los usuarios del mismo, cuando ya el gobierno estatal había asumido su incremento.
A ello hay que añadir la real o calculada contradicción entre el titular de la CEA, quién el pasado miércoles afirmó que la inundación de Temaca es inevitable, y horas después el gobernador reafirmaba su compromiso de que esa comunidad sería salvaguardada. En cualquier orden jerárquico laboral, privado o público, un diferendo de esa magnitud en un tema tan discutido se desahoga con el despido fulminante del subordinado. En paralelo al episodio, se ha intentado socializar la percepción en la gente de que el gobernador defiende a quienes se oponen a la presa, pero que junto con ellos perderá esa lucha.
En poco tiempo sabremos hasta qué punto era verdad el Twitter del Ejecutivo en enero, de que impediría la desaparición de Temaca, y si es real la contraposición con su colaborador, o si la misma es sólo una cortina de humo, una puesta en escena para tener el menor desgaste político en una obra ya consentida por su gobierno. Si esa es su hoja de ruta para salir del embrollo en que se encuentra, equivaldría a considerar que los defensores de Temaca y los jaliscienses somos menores de edad y le traería a él un alto costo en un valor que se llama credibilidad.
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