Discurso del Senador Clemente Castañeda en la Ceremonia del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos

1 de diciembre de 2018

Los nuevos comienzos abren siempre la posibilidad de construir un mejor presente para darle rumbo al porvenir.  Más aún si tomamos en cuenta que la nación se encuentra profundamente lastimada por un régimen que le falló a los mexicanos.

No obstante, hoy México vive un clima de crispación y de confrontación, hoy a México le faltan puntos de encuentro. Estamos convencidos que en nada abona a la reconciliación nacional hablar desde el pedestal de la superioridad moral, alimentando dicotomías entre vencedores y vencidos, entre buenos y malos. 

Yo me pregunto, como lo haría Rosario Castellanos si estuviera entre nosotros, “¿qué nos falta para ser enteros?”

Quizá nos falta recordar que aquí, en este Congreso de la Unión, están representada las personas, tanto los que votaron por el Presidente y su partido, como los que no lo hicieron, los que eligieron una opción distinta. Nos falta recordar que en una democracia cuentan e importan todos los votos, cuentan e importan todas las voces, incluidas las de las desilusionadas, las de las escépticas, las de los críticos, las de los que piensan diferente.

Y justamente por esa razón, la oposición tiene responsabilidades cruciales en la vida democrática: ser el contrapeso que defienda los derechos y el equilibrio institucional; dignificar el pluralismo político; preservar nuestra democracia y protegerla de quienes creen que a partir de su condición de mayoría pueden apoderarse de las instituciones públicas.

Por ello, el día de hoy, vale la pena preguntarnos cuál es el papel de este parlamento en esta nueva realidad. Muchos, estamos convencidos que el papel del Congreso de la Unión es el de enaltecer a México, es el de dignificar la división de poderes y buscar puntos de encuentro a pesar de nuestras sanas y legítimas diferencias. 

El Poder Legislativo no puede ser una ventanilla de trámites, no es una oficina para atender los asuntos y encargos del Presidente. Es la representación de todos los mexicanos, donde se resume la pluralidad de la nación, donde se encuentra la diversidad de intereses e identidades del país, donde están representadas las minorías y donde tenemos la obligación de tomar decisiones que nos incluyan y nos representen a todas y todos.

El Poder Legislativo mexicano no puede olvidar estas premisas, sea quien sea la mayoría y sea quien sea el Presidente. Y por eso nos preocupan algunas decisiones y acciones inminentes o incluso ya consumadas, como las amenazas al pacto federal y a la división de poderes a través de las reformas impuestas por la mayoría legislativa, la negativa a garantizar una Fiscalía independiente, la puesta en marcha de consultas a modo, y en suma, lo que pareciera ser un proyecto de restauración de un régimen centralista, de concentración del poder y de partido dominante; o peor aún, el país de un solo hombre.

Giovanni Sartori decía que “quien habla de la regla de la mayoría, sin hablar de los derechos de las minorías, no promueve la democracia, sino que la sepulta”. Por eso, hoy y siempre, el Poder Legislativo debe asumir su papel de contrapeso al Poder Ejecutivo; hoy y siempre, el Poder Legislativo debe combatir cualquier proyecto de restauración de un régimen de concentración excesiva del poder; hoy y siempre, el Poder Legislativo, debe dignificar el derecho a la diferencia y el derecho al disenso.  

Por ello, de frente a los mexicanos, Movimiento Ciudadano le dice respetuosamente al Presidente de la República y a la nación, que nuestras convicciones están firmes y puestas al servicio de México.

Porque creemos en la democracia, pero no aceptamos la democracia dirigida, la que sólo aparenta respetar al pueblo para manipularlo; tampoco aceptamos la democracia de turnos, la que busca sustituir a una oligarquía por otra. Creemos en la inteligencia multiplicada del pueblo mexicano por cada uno de sus individuos. 

Creemos en el equilibrio de poderes, porque quien ejerce el poder en un soliloquio está condenado a perderse en un laberinto, y cuando de ese Poder depende la vida democrática, lo que está en riesgo es el presente y el futuro de México. 

No aceptamos la concentración del poder, ni el paternalismo, ni ningún proyecto de restauración de un régimen presidencialista de mediados del siglo pasado que ya le falló a México. Creemos en la rendición de cuentas, en la transparencia, en el diálogo republicano y en el potencial del pluralismo político y del respeto a nuestras diferencias.

Creemos en el federalismo, porque no queremos regresar ni a un pasado colonial, ni a un pasado de control político centralizado. No aceptamos que los estados y municipios se subordinen ante las órdenes del Presidente, ni de nadie más. El mandato de los gobiernos estatales y municipales viene de los ciudadanos, y solo ante ellos es responsable.

Por eso queremos estados que sean fuertes por su desempeño, por su compromiso democrático, por su capacidad para resolver los problemas públicos, y por su empeño para transformar la realidad de sus comunidades. Lo decimos con claridad, en el pacto federal, los gobiernos estatales y municipales no son espectadores subordinados, son protagonistas de la transformación nacional.

Creemos en el municipio libre de intermediarios políticos, libre de poderes fácticos, libre de ataduras burocráticas, libre de aparatos partidistas. Los municipios han de ser, en esta nueva etapa del país, el verdadero gobierno de los ciudadanos, y por ello es nuestra convicción defenderlos y fortaleceros, porque es desde lo local donde empiezan los grandes cambios políticos del país.

Creemos en la paz. Pero no en la pacificación forzada; no en la paz de los sepulcros y las fosas; no en la paz ficticia impuesta por el predominio armado del más fuerte, que nos ha llevado a una guerra interminable y cruenta. Creemos, recordando a Juárez, en la paz edificada en el respeto al derecho ajeno. 

Creemos en los derechos humanos como uno de los pilares civilizatorios y estamos convencidos que la guerra no hace la paz. Queremos instituciones civiles de seguridad fuertes, dignas y leales, coordinadas en los tres órdenes de gobierno; y no más, nunca más una guerra entre quienes portan uniforme o visten de civiles.

Creemos en el derecho a la verdad y a la justicia, porque la mayor violencia está en la impunidad. No aceptamos que se pretenda ocultar esta realidad a golpe de palabras o amnistías selectivas. La impartición de justicia en México no sirve y es obligación de todos los poderes públicos reconstruirla. El sistema no funciona por la corrupción y es obligación de todos combatirla y castigarla, sin perdón y sin olvido.

Creemos en la igualdad. En todas las formas de igualdad. Pero no aceptamos que en nombre de la desigualdad se quiera construir un nuevo aparato de poder, manipulando a los más pobres con dinero público. Porque repartir dinero sin modificar las condiciones que generan la pobreza es eternizarla. 

También creemos en la separación entre el poder político y el económico, pero el principio debe ser universal y no selectivo, y por ello no aceptaremos una nueva selección caprichosa de las elites. En efecto, hay que acabar con el capitalismo de compadres, que no es lo mismo que simplemente cambiar de compadres.

Creemos en las libertades porque México es un país plural, diverso y heterogéneo que jamás habrá de conformarse con una sola voz; porque México es un país de minorías excluidas y agraviadas que exigen ser escuchadas, donde no estén sujetas por decreto a una sola moral y donde sus derechos ganados no se consulten sino que se defiendan.

Por todo ello, creemos en los ciudadanos libres. Nosotros no fraseamos al pueblo en singular, porque tan autoritario es quien dice “el Estado soy yo”, como quien piensa que “el pueblo es él”. El pueblo somos muchos, somos todos, todos los que votaron por la opción mayoritaria y los que votaron por otras alternativas. En el México de hoy el pueblo debe pronunciarse en plural, con igualdad entre hombres y mujeres y en clave democrática, por que México también es Leona Vicario, por que México también es Sor Juana Inés de la Cruz, por que México también es Josefa Ortiz de Domínguez. 

Por eso, volviendo a Rosario Castellanos, al próximo Presidente y a su nueva mayoría les decimos, “mira a tu alrededor, hay otra, siempre hay otra”.

Nosotros creemos en el movimiento de los ciudadanos, quienes son portadores de valores, de ideas y de causas; creemos en la consciencia y en la dignidad ciudadana, y no en quienes se asumen como portavoces únicos de las y los mexicanos.

Estas son las convicciones que Movimiento Ciudadano ha puesto y seguirá poniendo al servicio de México. En esta nueva etapa de la historia, refrendamos nuestro compromiso y nuestra lealtad con los ciudadanos; refrendamos estas convicciones y con ellas seremos la oposición que México necesita.

Al Presidente de la República le damos la bienvenida a este recinto parlamentario, y hacemos votos para que México vea hacia adelante y no hacia atrás; hacemos votos para transformar el Estado mexicano, pero no para reconstruir un pasado con tintes peligrosamente autoritarios. 

El reto no es menor, implica construir un nuevo régimen sin permitir que las ruinas del anterior nos arrastren al pasado; implica ejercer el poder sin permitir que la soberbia nos aleje del interés común; pero sobre todo, implica encontrarnos, escucharnos y honrar el compromiso y el amor que todos tenemos por México.

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