Autor:
Redacción
30 de Noviembre 2015
En las cárceles mexicanas hay cuotas por todo: el derecho a dormir acostado, recibir un poco de agua para beber y asearse, evitar golpizas y asaltos…
Estar encarcelado en México cuesta caro.
Y no sólo por la sentencia que debe cumplirse, sino también porque los reosdeben pagar para sobrevivir en las prisiones.
En las cárceles mexicanas hay cuotas por todo: el derecho a dormir acostado, recibir un poco de agua para beber y asearse, evitar golpizas y asaltos…
Organizaciones civiles y estudios académicos señalan que un preso puede desembolsar un promedio de 5.000 pesos al mes (unos US$300) por vivir en relativa calma dentro de una prisión mexicana.
En otros casos la cuota es mayor, según el sitio donde se encuentre o los servicios que necesite.
En las prisiones estatales
Los problemas se presentan sobre todo en las 277 prisiones estatales del país. En prácticamente todas ellas existen cuotas informales, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
En México, la población penitenciaria es de 254.705 internos, la mayoría en cárceles que dependen de los estados.
No se sabe cuánto dinero pagan los reos, pero un dato de la organización civil Documenta ofrece una dimensión del problema.
Según la entidad, tan sólo en 4 prisiones de Ciudad de México -Oriente, Sur y Norte, así como la Penitenciaría de Santa Martha- los internos pagan un total de 336.000 pesos al día (unos US$20.000).
Y esto es sólo por un trámite: cumplir con la lista diaria de asistencia.
Todo cuesta
Los cobros a prisioneros empiezan desde el momento en que pisan la cárcel.
Primero para que se le entregue una muda de ropa beige, el color reglamentario para los procesados. La cuota puede ser de unos 20 pesos (US$1,20).
Luego hay que pagar por ocupar una plancha de cemento para dormir y también por conseguir una cobija.
El cobro es, en promedio, 100 pesos (US$6) aunque varía según el tipo de prisión.
Enseguida vienen otras cuotas: por entrar al baño, por cumplir con la lista de asistencia, salir de la celda o el pasillo donde se encuentre, por cruzar cada puerta o recibir un aviso o notificación del juzgado.
En estos casos, los pagos varían entre 5 y 10 pesos (US$0,3 y US$0,60) cada vez.
Seguridad
Las cuotas aumentan según otras necesidades: 2 pesos (US$0,12) por cada litro de agua, 15 pesos (US$0,90) semanales por recibir la comida de la prisión, 20 pesos (US$1,20) por rentar una mesa de plástico en las visitas familiares o entre 100 y 260 pesos (US$6 y US$15) a la semana por dormir acostado.
No es todo. Para evitar agresiones dentro de la cárcel se pueden contratar guardaespaldas.
La tarifa: entre 2.500 y 5.000 pesos mensuales (US$150 y US$300).
Una cantidad similar a la que se cobra por no ser trasladado a las áreas donde se encuentran la mayoría de los internos o a dormitorios considerados peligrosos. Los pagos se prolongan durante todo el tiempo que el reo permanece en la cárcel.
Las cuotas se entregan a internos, custodios y empleados de los juzgados, pero ellos no se quedan con todo, le dice a BBC Mundo Saskia Niño de Rivera, presidenta de la organización Reinserta, que trabaja por mejorar la situación en las penitenciarías del México.
“Ese dinero llega muy alto, los custodios no se lo quedan y tampoco los directores de los penales. Llega mucho más arriba“, afirma.
“No es verdad“, le dice al diario Reforma la secretaria de Gobierno de Ciudad de México, Patricia Mercado, pues el dinero por corrupción en las cárceles de la capital se queda entre los custodios.
“No necesariamente sube hasta arriba”, asegura.
Los perdedores
En la mayoría de los casos, el costo de vivir en una cárcel lo pagan las familias de los internos.
Y es un precio alto, dice el estudio “Las mujeres invisibles: los verdaderos costos de la prisión”, de la investigadora Catalina Pérez Correa.
“Para muchas personas ha implicado perder su casa y/o carro, tener que comenzar a trabajar o tomar un trabajo adicional, dejar de estudiar, dejar de frecuentar amigos, de cuidar a sus hijos”, afirma.
El 70% de las cárceles estatales son gobernadas por los presos: CNDH
No es sólo entregar dinero para cuidar a su familiar preso, sino también cada vez que lo visitan.
Son otras tarifas que casi siempre están a cargo de los custodios: 20 pesos (US$1,20) por introducir una tarjeta telefónica, 80 pesos (US$4,80) por un alimento no autorizado o 120 (US$7,20) para no cambiar de zapatos por los que señala el reglamento.
Un aparato electrónico como televisión o equipo de sonido paga entre 800 y 1.000 pesos (de US$48 a US$60) como cuota de ingreso.
Y llevar a los internos un teléfono móvil cuesta entre 1.500 y 2.000 pesos, según la prisión (es decir, de US$90 a US$121).
Una vez dentro de la cárcel, los familiares también pagan algunas de las cuotas de los reos.
Pedirle a un interno que avise de su llegada cuesta 10 pesos (US$0,60) y, luego, entre 2 y 5 pesos (US$0,12 y US$0,30) por cada puerta que cruzan.
Esta cantidad se multiplica por cada uno de los visitantes a las prisiones. Sólo en Ciudad de México, por ejemplo, se realizan un promedio de 3,2 milones de visitas anuales.
Pero el dinero es parte del problema. En contextos vulnerables, como vive la mayoría de los reos en México, el precio de vivir en prisión crea un círculo vicioso que no ayuda a la rehabilitación, advierte el estudio de la investigadora Pérez Correa.
Un costo que no se queda tras las rejas.
“Se incrementan las probabilidades de que existan problemas de abuso de sustancias, violencia y delito en las familias”, añade el documento.
Autogobierno
En el fondo, lo que hay detrás del problema es la falta de control de las prisiones estatales.
Según el “Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria 2014”, de la CNDH, en el 70% de las cárceles más sobrepobladas existe “autogobierno”.
Es decir, que el verdadero control lo ejercen los reos.
Saskia Niño de Rivera lo supo de cerca. En una prisión de Zacatecas “me tocó que me abriera la puerta un Zeta con un rifle AK47“.
La presidenta de la organización Reinserta insiste que parte del problema es la sobrepoblación penitenciaria y los bajos sueldos de los custodios.
Pero sobre todo la omisión de las autoridades. “No hay interés por crear un sistema penitenciario que funcione“, dice.
“No concluyen que la cárcel es el último eslabón del sistema de seguridad en el país”.
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