La política deshumanizada

Autor: 
Tannia Rosas

Los lamentables hechos en Ayotzinapa, Guerrero, lograron despertar una solidaridad generalizada y un sentimiento de frustración y enojo entre los ciudadanos. Las marchas con la petición de “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, no se hicieron esperar en México y en el mundo, así como una exigencia de justicia e investigación expedita por la desaparición de los estudiantes normalistas.

Durante semanas hemos leído o visto, en diversos medios de comunicación, sobre todo en redes sociales, un sinfín de noticias, videos y fotografías estremecedoras, imágenes que muestran los cuerpos sin vida de algunos de los estudiantes, hasta llegar a una de las más aterradoras instantáneas que podrían presentarse ante nuestros ojos: la del estudiante de la Escuela Normal Rural, “Raúl Isidro Burgos”, Julio César Mondragón, a quien encontraron muerto y desollado.

Podríamos abundar en los hechos, en las especulaciones del quién y por qué, que hoy todos hacen; sin embargo, en lo que quisiera poner necesario énfasis en esta ocasión, es en la deshumanización de la clase política que hoy nos gobierna.

Según el diccionario de la Real Academia Española, una de las características de “humanidad” es la “sensibilidad, compasión de las desgracias de nuestros semejantes”. Por tanto, resulta claro que esa virtud no se hace notar en nuestros gobernantes: ni en su retórica, ni en su conducta personal, ni en su desempeño oficial.

No hemos podido encontrar en las declaraciones de ninguna autoridad que se precie de competente en el caso, un dejo de humanidad o empatía hacia el dolor ajeno. En sus desafortunadas declaraciones, al igual que en sus actitudes omisas e indolentes, se muestran lejanos a todo lo que parezca una preocupación mínima por los familiares de los desaparecidos o de las víctimas asesinadas.

A esta clase política sólo le inquieta ver a qué nivel de gobierno echarle la culpa, quién fue el primero en exhibirse al lado del ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca y su esposa, hoy prófugos. Y mientras se echan la pelota de culpas y responsabilidades unos a otros, las familias de los desaparecidos y asesinados lloran a sus hijos, con dolor y tristeza infinitos que nos ha llegado a todos, menos a la privilegiada élite gobernante.

Los ciudadanos seguimos en la incertidumbre de lo que viene con políticos así, que no se inmutan ante nada, cuya humanidad sólo encaja en la definición de homo sapiens, como individuos de nuestra especie y eso se queda en la ciencia. Lo otro, la calidad humana, es parte de la ética, que es de lo que parecen adolecer todos ellos. Para nosotros, a quienes nos duele Ayotzinapa y todo México, la atmósfera es tan irrespirable que asfixia y lastima; son muchas las imágenes, muchas las voces que la razón se niega a procesar y que inevitablemente se depositan en las vísceras; sí, ahí donde todo punza, ahí donde la atrocidad desafía nuestra humanidad y casi nos invita a no pensar, porque pensar nos lleva a preguntarnos qué es lo que sigue, y lo que sigue es tan desalentador y tan deshumanizado que asusta.

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