México en su encrucijada: crisis y petróleo

Autor: 
Guillermo Rocha Lira

17 de enero 2016

 

En la edición de enero de 2015 publiqué para El Ciudadano un artículo de opinión titulado “El último reparto por el petróleo”, en el que argumenté que la sociedad internacional se aproxima a una crisis energética global en el marco de una competencia voraz por controlar las últimas reservas de hidrocarburos existentes.

En ese artículo también explicaba la estrepitosa caída que sufrió el peso frente al dólar como resultado de un excedente mundial de petróleo. La desmedida producción petrolera mundial provocó que el precio del barril se abaratara y ocasionara serios
desequilibrios en economías petrolizadas como la mexicana. En otras palabras, nuestro país produce la misma cantidad de petróleo, pero sus ingresos por las exportaciones son menores. El gobierno mexicano tuvo que hacer un reajuste de hasta tres mil 800 millones de pesos al presupuesto de 2015.

La desmedida producción de petróleo tiene responsables. Esta crisis se originó en los últimos meses de 2014 por la combinación de una mayor oferta generada por la producción de gas shale de EUA, y una marcada reducción en la demanda global. Nuestro vecino del norte encontró en técnicas como el fracking la forma idónea para aumentar de forma acelerada su producción nacional. Ante la escalada en la producción de petróleo estadounidense, los países integrantes de la OPEP aceptaron el desafío y decidieron mantener los mismos niveles de producción, aunque esto provocara la eminente caída del precio del barril.

 

A casi un año de devaluación crónica, vale la pena hacer un recuento de los últimos 14 meses para entender cómo el peso se devaluó dramáticamente. El 27 de noviembre de 2014, la OPEP anunció su decisión de mantener un alto nivel de producción, esto provocó que el peso se devaluara de 13.89 a 14.78 por dólar entre el 28 de noviembre y el 15 de diciembre de ese año.

El 5 de enero de 2015 se cotizó en un máximo de 14.98 pesos por dólar. En los siguientes meses se mantuvo en un promedio de 15 pesos por dólar; particularmente durante el periodo de campañas electorales, mantuvo un ritmo estable de 15.49 a 15.69 entre el 4 de mayo y el 5 de junio de 2015: fue evidente que el gobierno federal y el Banco de México hicieron lo imposible por detener la devaluación en periodo electoral. Después del día de las votaciones, aconteció lo inevitable: el peso se depreció, entre el 5 de julio y el 31 de diciembre, de 15.75 a 17.24 pesos por dólar. Si comparamos la evolución de nuestra moneda en los últimos 14 meses, los resultados negativos hablan por sí solos: de 13.98 a 18.60 en enero de 2016.

México ha entrado en una espiral de crisis porque la economía y el peso caen en un pozo sin fondo. Por una parte los ingresos nacionales dependen directamente de las exportaciones de crudo, mientras que en el plano internacional la sobreoferta petrolera provoca que el precio del barril se abarate y sus ingresos sean reducidos. Es necesario aclarar que la actual crisis no sólo es provocada por factores externos, pues también tiene su origen en décadas de pésimas políticas energéticas y petroleras.

Aunque los países árabes decidieran reducir su producción y el precio del barril se estabilizara, México ya no obtendrá los mismos ingresos por la venta de petróleo. Paradójicamente, aunque existe una bonanza mundial, nuestro país enfrenta una crisis de producción petrolera. Como lo dice el doctor Luca Ferrari, investigador de la UNAM, la era del petróleo barato ha llegado a su fin, porque nuestro país ha pasado del petróleo abundante y barato de Cantarell a una serie de campos difíciles, caros y pequeños.

Pasamos del “vamos a administrar la abundancia” del presidente López Portillo a un escenario de crisis energética y poca sustentabilidad petrolera. En el pasado, mientras los precios internacionales del petróleo se mantuvieron altos, no existía problema para los gobiernos priistas porque los ingresos que México recibía por la venta de petróleo sirvieron para establecer el presupuesto de ingresos para la operación y derroche del gobierno.

Desde entonces PEMEX se convirtió en la caja chica de los gobiernos en turno. Actualmente entre el 30 y el 40 por ciento de nuestras finanzas públicas dependen de de los ingresos por las exportaciones del petróleo; de éstas, el 63% proviene únicamente de los barriles que genera Cantarell. Las ganancias de este yacimiento, que comenzó operaciones en 1979, sirvieron como paliativo de una auténtica muerte anunciada, en la que el Estado fijó su estabilidad económica y política en una mina de oro negro que está próxima a agotarse.

¿De qué tamaño es la crisis energética de México? Las ganancias y ventas de petróleo están calculadas por una meta volumétrica de producción establecida previamente. Esta meta considera los recursos prospectivos, es decir, petróleo que aún no ha sido descubierto. El panorama que nos reafirma Ferrari es poco alentador porque las reservas probables y posibles que quedan no van a volver a la producción que nuestro país tenía hace tres décadas y es improbable que se encuentre otro pozo Cantarell.

La comparación de tres momentos históricos puede demostrar el nivel de petrolización de la economía mexicana: en 1998 México vendió casi tres millones de barriles diarios, pero el barril se cotizó en 10 dólares, lo que representó un duro golpe a las finanzas públicas y a la economía nacional. En 2004 se alcanzó una producción histórica de 3.38 millones de barriles diarios (sin mucha diferencia con respecto a 1998), pero el precio del petróleo repuntó y se cotizó a finales de ese año en 56.80 dólares. Esta cifra récord en la producción del petróleo permitió un relajamiento en las finanzas públicas y una moneda relativamente estable que se cotizaba en 10.98 pesos por dólar.

En 2010 la venta de petróleo se redujo notablemente con respecto a 2004, ya que apenas superó los 2.5 millones de barriles diarios; sin embargo, esta baja en la producción no alteró los ingresos nacionales, ya que el precio del barril promedio fue de 77 dólares. Como se ha mencionado anteriormente, mientras el precio del barril se mantenga alto, la economía mexicana puede mantenerse estable. En comparación con el 2010, el precio del petróleo decreció hasta llegar a 31.40 dólares por barril en enero de 2016.

Es un hecho comprobado por geólogos y académicos como Luca Ferrari y Odón de Buen, que México no volverá a producir la misma cantidad de petróleo que en 2004. A pesar del excedente petrolero que existe, está demostrado que todos los países involucrados en esta actividad económica acusan un marcado declive. La economía mexicana se mantiene con alfileres y depende de un recurso cuya extinción está garantizada.

Desde la década anterior existe una obsesión para mantener la producción mexicana en tres millones de barriles diarios; sin embargo, cada año esta meta se vuelve más irreal por los costos que representa la extracción en pozos pequeños y aguas profundas.

México se encuentra en una encrucijada: puede iniciar una transformación energética real o simplemente aceptar su destino y administrar la inevitable declinación de la producción petrolera en balance con sus finanzas públicas. Esta transformación hacia energías renovables es impostergable. En los próximos 20 años nuestra nación podría ser un gestor de crisis cíclicas que estaría a merced del precio internacional del petróleo y de la rapiña de compañías extranjeras que se repartirán nuestros últimos recursos.

En el plano internacional el escenario está claro. Los países productores de petróleo y desarrollados están dispuestos a monopolizar las últimas reservas de oro negro. En esta lucha por el último reparto del petróleo hay ganadores y perdedores.

Estados Unidos es sin lugar a dudas uno de los países más beneficiados y principal responsable de esta abundancia petrolera. Nuestro vecino del norte era un importador nato de petróleo y en la década de los 70 su industria petrolera parecía en declive.

Gracias al uso de técnicas como el fracking ha logrado extraer y acumular grandes reservas que lo posicionan como el principal productor de gas y crudo en el mundo.

La gráfica que acompaña este texto muestra la evolución vertiginosa del sector energético estadounidense: en 2008 era ampliamente superado por Rusia y Arabia Saudita, tanto en la extracción de gas natural como de crudo. Pero en cinco años la tendencia se invirtió radicalmente y para 2013 no hay duda de su capacidad y liderazgo en esta industria. Es evidente que Estados Unidos y sus empresas tienen prisa por explorar yacimientos de petróleo en cualquier parte del mundo, y su explotación se ha convertido en parte fundamental de su interés nacional. Su estrategia garantiza autosuficiencia para las próximas tres décadas, al grado que ha sustituido a importantes proveedores como Nigeria y México por zonas de producción redituables dentro de su país.

La gráfica es muy esclarecedora y muestra la pérdida de terreno de Arabia Saudita frente a Estados Unidos. Esto naturalmente explica los motivos de ese país árabe para no reducir sus niveles de producción y animar a los países integrantes de la OPEP a mantener altas metas volumétricas. La producción estadounidense obliga al gobierno saudí y sus aliados a una competencia intensa que incrementa la sobreoferta petrolera y provoca que el precio del barril decrezca de forma dramática. No obstante, cuenta con las reservas suficientes para afrontar cualquier crisis petrolera y es el único país que podría regresar el precio del barril a 100 dólares.

En estos momentos Arabia Saudita y la OPEP se encuentran más preocupados por la competencia con los Estados Unidos que por las consecuencias económicas que genera el bajo precio del petróleo, por lo que es muy difícil que reduzcan su producción. A pesar de las recomendaciones de países como Argelia, Ecuador y Venezuela, de que los saudíes reduzcan su producción, la posición del gobierno árabe se mantiene firme.

La actitud de Rusia es mucho más complicada que en los países árabes. En los últimos cinco años ha sido superado por Estados Unidos y el bajo precio del barril mina seriamente su economía. En su momento dimos cuenta de su fragilidad económica cuando destacamos que el 16 de diciembre de 2014 el rublo se devaluó en un 63% hasta llegar a 72.4 rublos por dólar. El dilema ruso es parecido al mexicano, porque mantiene una gran producción de petróleo, pero los ingresos que obtiene por su venta no ayudan a sus finanzas internas.

Venezuela experimenta un fenómeno parecido con consecuencias agravadas. Desde el chavismo la mayoría de los programas sociales dependen directamente de las ganancias del petróleo. Si los precios del petróleo continúan tan bajos, esto podría devastar la economía del país sudamericano. Asimismo experimenta un declive en su producción que ha obligado al gobierno a importar petróleo de otros países, como Nigeria.

La situación petrolera actual ha entrado en un juego como el dilema del prisionero, en el que ningún actor desea dar el primer paso para reducir voluntariamente su producción. Prácticamente, los “jugadores” esperan un acuerdo colectivo que surja dentro de la misma OPEP que pueda garantizar un consenso global para disminuir la producción de crudo.

Este escenario internacional se hizo más complejo hace unos días con la decisión de Irán de aumentar su producción petrolera a 500 mil barriles diarios. Por lejano que esto parezca, este hecho afectó al mercado internacional y provocó la desestabilización de muchas monedas, como el caso del peso mexicano que en enero del año en curso superó la barrera de los 18 dólares. La postura de Irán hace pensar en un escenario económico crítico en el que exista un mayor excedente mundial de crudo.

En la lucha por el último reparto del petróleo, garantizar la autosuficiencia energética es un tema de seguridad nacional y sustentabilidad. Según la OPEP, las reservas probadas se calculan en aproximadamente 1.65 billones de barriles, los cuales se acabarían en los próximos 55 años. La industria petrolera es un negocio que con seguridad terminará este siglo.

Hasta el 2013 Medio Oriente concentraba el 63% de las reservas probadas de petróleo. Países como Iraq, Irán, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Omán, encabezados por Arabia Saudita, son los que establecen las reglas del juego. Según estadísticas de la misma OPEP, sus Estados miembros, (incluidos Indonesia, Ecuador, Venezuela y Nigeria) concentraban en 2010 hasta el 81% de las reservas mundiales.

Las reservas de petróleo restantes se encuentran divididas entre Rusia y países africanos como Libia y Angola, cuya estabilidad económica depende directamente de sus exportaciones petroleras, así como las reservas existentes en el continente americano en las que se destacan los casos de Estados Unidos, Canadá, México, Brasil y Venezuela. Este último país cuenta con las mayores reservas, por encima de Arabia Saudita. De acuerdo con esta información, la estrategia de Estados Unidos se apoya en tres ejes: mantener altos niveles de producción a partir del fortalecimiento de una industria nacional; controlar las reservas petroleras no monopolizadas por la OPEP (México incluido) y ganar zonas estratégicas en Medio Oriente que desestabilicen a sus competidores (Iraq y Siria).

Este es el difícil escenario internacional que en materia energética tiene que afrontar México en los próximos años. Nuestro país tiene poco margen de acción porque la caída de la producción petrolera nacional es una realidad y depender de ella es un error fatal. La Reforma Energética aprobada no resuelve la sustentabilidad energética que el país requiere. Se ofrecen contratos millonarios para abaratar costos en la exploración y explotación de hidrocarburos, pero las ganancias obtenidas no mejoran nuestras finanzas públicas, ni garantizan la sustentabilidad de generaciones futuras.

En Movimiento Ciudadano hemos afirmado: Sí a la Modernización, No a la Privatización de nuestro sector energético y petrolero. Insistimos en la urgente transición energética para reducir el consumo de hidrocarburos fósiles y buscar su inmediata sustitución por fuentes de energías alternativas, limpias y no contaminantes.

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