Autor:
Sanjuana Martínez
8 de noviembre de 2015
Ciudad Juárez, Chih.
¿Por qué siguen desapareciendo mujeres?, se pregunta Anita Cuéllar Figueroa, madre de Jessica Ivonne Padilla, desaparecida en el centro de esta ciudad a los 16 años y a quien busca desde hace cuatro.
“Las desapariciones y los feminicidios nos mandan un mensaje: ‘Naciste mujer y naciste bonita; te friegas, vas a hacer lo que a mí me plazca’. ¿Quién está detrás de esas palabras y acciones? El hombre”, dice Anita, con los ojos llenos de lágrimas.
Y sentencia: Aquí la mujer carece de valor. Ser mujer y ser bonita en Ciudad Juárez es un pecado. Desde el momento en que se vive aquí, se siente mucho machismo, y es el hombre responsable, tenga la posición que tenga; desde mi casa el hombre ya puede estar hostigándome.
Anita está sentada en una sala de la Fiscalía Especializada en Atención a Mujeres Víctimas del delito por razones de género de Chihuahua. La Procuraduría General de la República (PGR) acaba de poner en marcha el programa Sumando esfuerzos en la búsqueda de personas, a cargo de la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia Contra las Mujeres y Trata de Personas, de la Subprocuraduría de Derechos Humanos, Prevención del Delito y Servicios a la Comunidad.
Nadie está buscando a las desaparecidas, sólo nosotras, dice tajante. La seguridad en Ciudad Juárez no está funcionando. Todo es producto de la inseguridad. Nosotros no somos libres de decidir si me quedo en mi casa a dormir o me salgo a estudiar. Cada vez que salgo de mi casa es exponerme. Y por eso no encuentran a estas niñas, y no es una, ni dos, son muchas; son cientos.
Las imágenes de las desaparecidas surgen en distintos puntos de la ciudad con pinturas de artistas locales que colaboran en su búsqueda. En el antiguo Campo Algodonero el gobierno ha construido un monumento a las víctimas de feminicidio y desaparición. Sus fotos aparecen al lado de las cruces con la leyenda: Ni una más.
¿Ausentes o desaparecidas?
Anita está esperando ser atendida, junto a otras madres de desaparecidas, por el fiscal especializado en Atención a Mujeres Víctimas del delito por razones de Género, Refugio Ernesto Jáuregui Venegas, quien en entrevista con La Jornada explica que es necesario hacer una diferencia entre las ausencias voluntarias y los casos de desaparecidas, algo que las madres consideran estrategia eufemística.
En lo que va del año tenemos más de 30 casos de feminicidios y 12 vigentes de reportes de ausencia de poco más de 300 reportes. Me gustaría hacer esa precisión: hay casos de ausencias voluntarias, extravíos y lo que pudiera entenderse como desapariciones.
–Las víctimas se quejan de impunidad...
–Hay muchos casos que aún no logramos esclarecer; tenemos que reconocer también esto. Desde 1993 a esta fecha tenemos cerca de 230 casos de los cuales 70 por ciento está judicializado y tienen sentencia condenatoria en 30 por ciento. Hay cerca de 200 personas detenidas por feminicidios. De esa manera estamos procurando abatir la impunidad”.
–¿Y las desaparecidas?
–La mayoría son voluntarias.
–¿Quién secuestra a las mujeres en Ciudad Juárez?
–Están relacionadas en entornos de grupos que se dedican a actividades ilícitas, y eso las pone en una situación de vulnerabilidad. La mayoría de los casos de mujeres con reportes de desaparición que hemos encontrado sin vida es porque han estado en un entorno que les genera riesgo, como actividades ilícitas. Y ellas de alguna manera están relacionadas con esos grupos.
–¿Están relacionadas?
–Así es.
–Habrá muchos casos en donde a los delincuentes les gustan y se las llevan...
–No muchos. De alguna u otra manera las captan. No olvidemos que estamos hablando de niñas y que son chavos también los que las enganchan.
–¿Quiere decir que ellas tienen la culpa?
–No me estoy explicando. Ellas se ponen en una situación en riesgo porque los grupos que las enganchan son delictivos y ellas ni saben; son niñas de 12, 13 o 14 años...
–Pero, ¿qué es lo que sucede en Ciudad Juárez para que la vida de las mujeres no valga nada?
–Han sucedido estos hechos lamentables que nos han permitido ver que ese índice que existe de feminicidios debe erradicarse completamente y prevenirlo. La prevención es impostergable.
–Sin embargo, Ciudad Juárez sigue siendo el foco rojo...
–Es el estigma que se ha creado para la ciudad.
–¿Y cómo va a reducir esos altos índices de desaparecidas y feminicidios?
–Tenemos ese objetivo y una de las acciones es la transparencia y compartir la información para generar una conciencia y un reconocimiento del problema.
–¿Cuáles son los grupos que están secuestrando a mujeres? ¿Los Aztecas, La Línea...?
–No puedo afirmarle que se trate de un grupo que está operando la trata en estos casos que le estoy comentando.
En el centro de la ciudad
Aquel 11 de julio del 2011, Jessica Ivonne Padilla Cuéllar salió a buscar trabajo al centro de esta ciudad, el mismo lugar donde decenas de niñas y mujeres han desaparecido.
Su madre ha recorrido estas calles día y noche, buscándola: Estábamos pasando una mala racha económica; hasta las colegiaturas estábamos debiendo. Yo no quería que trabajara, obviamente, pero ella me dijo que así me ayudaba con la inscripción y los uniformes. Finalmente accedí.
Durante dos años, su hija hizo el mismo recorrido para ir a estudiar a la preparatoria: Ella ya era conocida o muy vista en el centro. Atravesaba el centro para ir a la escuela, y empezó el martes a buscar trabajo, salió también el miércoles, y el jueves ya no regresa.
Ese día le dijo: Voy a ver cómo me va hoy. Regreso si no consigo nada, pero en caso de que me quede, le aviso. Sin embargo, jamás volvieron a saber nada de ella, aunque a los tres meses de desaparecida les dijeron que estaba detenida en Estados Unidos por indocumentada: Fuimos a checar y no era ella. Han sido cuatro años con muchísimo trabajo, con angustia y muchas necesidades de todo. Desde el momento que ella ya no regresa, mi esposo y yo dejamos de trabajar para dedicarnos a buscarla. Nos ha afectado la economía y la estabilidad emocional porque no está.
Días antes de su desaparición, su hija le contó que un señor como de unos 40 años, le dijo: ¿Te gustaría ser modelo?, por eso piensa que fue víctima de una red de trata con fines de explotación sexual, particularmente porque sus características físicas coinciden con las de otras víctimas.
“Mi hija es víctima de trata. Lo sé porque desde el momento que ella estaba buscando trabajo estuvo expuesta y más vulnerable a esos delitos. Pasaba todos los días por el centro y ya sabían quién era; ya la tenían ubicada y a lo mejor alguien ya le había echado el ojo y la había señalado para secuestrarla.
Es muy bonita físicamente, con un cuerpo que llena perfectamente el ojo libidinoso de cualquier hombre. Medía 1.68, delgadita con 16 años; son las características perfectas para encuadrar dentro de ese tipo de delitos.
A sus 49 años, Anita se ve prematuramente envejecida. Lleva el cabello cano recogido, tiene ojos negros sobre unas pronunciadas ojeras y una expresión de desesperación permanente. Trae puesto un botón con la foto de su hija que dice: Búsquenla, un botón que usa cada vez que sale de su casa ubicada en la colonia López Mateos, uno de los centros neurálgicos de las redes de trata con fines de explotación sexual:
Tengo esperanza de encontrarla con vida y bien. Ella no estaba en el grupo de jovencitas que se han localizado muertas o en calidad de osamentas; eso me da más esperanzas de que mi hija vive. Mientras yo esté de pie, con vida y respirando, no voy a dejar de buscarla. Y advierte con absoluta entereza: No me voy a quedar con los brazos cruzados ni quietecita en mi casa.
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