16 de octubre 2015
¿Qué diferencia hay entre "omitir" información sobre la existencia de un quinto camión en el caso Ayotzinapa; eliminar el audio y escenas clave del video captado por la cámara de seguridad que registró la fuga de El Chapo Guzmán o la opacidad con la que fue negociado y firmado por México el TPP? Esencialmente ninguna. Aunque disímbolas, las tres situaciones recientes comparten un eje común: la conducta reiterada de un gobierno que no cuenta las cosas como son; que oculta información relevante o que abiertamente miente, como sucedió con el caso Tlatlaya.
El trabajo de los expertos internacionales, trabajos periodísticos e información liberada del expediente subido en línea dan cuenta sobre cómo lo que se presentó como una verdad histórica está marcado por omisiones graves, como la del quinto camión del que no se habló por "prudencia del Ejecutivo", y para no confrontar la "gran presión" que desde la opinión pública se ejercía sobre el caso Ayotzinapa, según dijo el subsecretario Roberto Campa hace algunos días. Testimonios obtenidos bajo tortura, según denuncias ministeriales, escenas alteradas con siembra de casquillos para machar la historia de que los muchachos fueron ejecutados todos en un mismo lugar, se suman al cuestionado informe sobre el incendio en el basurero de Cocula. En la suma, la credibilidad oficial sobre el caso Ayotzinapa ha quedado en los suelos. La procuradora Arely Gómez tuvo el tino de subir el expediente en línea y diferentes ojos están revisando lo que hizo el equipo que la antecedió.
Sobre la fuga de El Chapo Guzmán, el gobierno mexicano dio una versión de los hechos y entregó materiales videograbados a legisladores de una comisión bicameral para soportar información que, de nuevo, se contradice con lo que se pudo observar en un video con el audio que fue -no hay explicación que convenza- eliminado de la versión oficial que fue entregada al Congreso. El senador Alejandro Encinas reclama que al Congreso se le haya mentido y que no se les haya entregado el video completo. La eliminación de partes fundamentales de la información por parte de las autoridades no hace sino ahondar las sospechas. El revelador audio difundido en la televisión da cuenta del tamaño de la colusión que tuvo que haber existido para permitir la increíble segunda fuga de Joaquín El Chapo Guzmán de un penal de alta seguridad.
L
o que muestra el video, con audio, de la celda del capo y las imágenes de quienes se supone lo están monitoreando, dado a conocer por Loret de Mola esta semana, indigna y desespera. El capo pudo poner la televisión a todo volumen y no pasó nada; pudo arreglar y casi tender su cama, caminar al baño, orinar, quitar algo de la regadera, ponerse los zapatos, acercarse de nuevo a la regadera y desaparecer sin que los que monitorean su celda muevan ni una ceja. En lugar de estar observando los movimientos del capo en los monitores parecía que estaban viendo las caricaturas.
¿Por qué dijo el gobierno que la alerta se activó a los 20 minutos, cuando ahora se sabe que el código rojo fue encendido más de tres horas después de iniciado el proceso de la fuga? ¿Nada de lo que informó el gobierno tiene validez ahora sobre el caso como plantea el senador Encinas? Al haber escondido información y haber cortado el audio donde se escucha la televisión a todo volumen, el sonido de un rotomartillo y otras escenas, no pudo haber más propósito que ocultar información relevante sobre un caso que, de suyo, era suficientemente escandaloso. El audio-video divulgado deja entrever el grado y niveles de colusión con los que se tuvo que contar para lograr que tal fuga ocurriera. El gobierno federal queda atrapado en versiones contradictorias y su papel en entredicho al ser pillado, de nuevo, ocultando información.
El tercer caso reciente en donde queda expuesta la proclividad a no informar o presentar información que no empata con la realidad se da en el terreno comercial y geopolítico con el recién firmado Acuerdo Transpacífico. Un proceso de negociación que no contó con la transparencia obligada y del cual se supo poco y, de lo poco se supo, lo más importante vino de las revelaciones de WikiLeaks.
Tres b
otones que muestran una conducta sistémica proclive al ocultamiento de información y otros desvíos institucionales que, en la suma, dan una pista de por qué en México se ha instalado una profunda desconfianza entre la población respecto al papel de las autoridades.