En medio del apoteótico Segundo Informe del Presidente Enrique Peña Nieto, en el que lanzó grandes proyectos, habló de la transformación del país, de las oportunidades que generan las reformas, de los problemas que él ve resueltos aunque otros los sigan sufriendo, la nota fue que los invitados al informe convirtieron el Zócalo de la Ciudad de México, el símbolo de la República, en un enorme estacionamiento.
Detesto la palabra naco, me parece la más denigrante e insultante que pueda existir, pero no hay vocablo que defina mejor a alguien que se siente con derecho a subir su coche al Zócalo. Esos nacos son nuestra clase política y empresarial, los poderes reales y fácticos, los que fueron seleccionados y convocados para aplaudir al Presidente. Fueron ellos, los dirigentes de este país los que ayer nos mandaron el mensaje de que son impunes. Hicieron lo que sólo algunos borrachos ocasionales se habían atrevido a hacer, pero ellos lo hicieron borrachos de poder. (Un amigo mío, en una borrachera fenomenal, compró un cajón de muertos y lo amarró al techo de su coche para pasear a los compañeros de juerga. El coche, el cajón y todos los borrachos terminaron sin saber bien a bien cómo a las 5:00 de la mañana en pleno Zócalo en un improvisado velorio de nadie. Puedo asegurar que eran borrachos, no políticos).
La invasión del Zócalo no es casual. A pesar de que la Presidencia diga que va a investigar qué pasó, en realidad no hay nada extraño. En el ADN priista está la eficiencia, la capacidad política pero también la prepotencia y una alta tolerancia al incumplimiento de la norma. Lo que se celebraba dentro de Palacio, la gran reforma del Estado, el priismo encarrilado, con gran visión de país, estaba también reflejado afuera en un acto de prepotencia pura, en esa concepción de que las normas y las leyes son para los otros ¿Quién dijo que no me puedo estacionar en el Zócalo; no soy yo acaso más importante que el resto de los mexicanos, esos que ni siquiera fueron invitados al informe; se atreverá cualquier policía de a pie a decirme a mí, uno de esos elegidos que “Mueve a México” a decirme dónde debo estacionarme?
Es curioso, pero hay algo permanentemente autodestructivo en el priismo. Ayer la eficiencia quedó enterrada por la prepotencia; la imagen del Presidente trastocada en las redes sociales y los medios de comunicación por un acto de barbarie. Millones de pesos y cientos de horas de trabajo invertidos para cuidar cada palabra y cada toma de televisión tirados a la basura por un acto reflejo.
No fue la oposición la que opacó el Informe, fueron los invitados; no hay peor enemigo del PRI que el propio PRI.