¿Se agrietó la partidocracia?

Autor: 
Alberto Aziz Nassif

Llegamos de nuevo a la lógica de los años 80 cuando las reglas se manipulaban con trampas para proteger al PRI.

Uno de los resultados más interesantes y, quizá, menos visible, del pasado 7 de junio es el que se refiere al final de un ciclo y el inicio de otro. Como hipótesis se puede plantear que el sistema de partidos plural, con tres grandes instituciones y un conjunto variable de pequeños partidos, con el monopolio de la representación, ha llegado a su fin. Hay razones que ayudan a comprender qué ha pasado. No sólo se rompió el modelo de una partidocracia que tenía exclusividad sobre puestos, recursos y acceso al poder, sino que se han empezado a fragmentar las rutas de participación para llegar al gobierno.

Más se tardó en ganar El Bronco en Nuevo León o Enrique Alfaro en Guadalajara, que los priístas de varios estados en tratar de cerrarle el paso a los independientes. Se hizo la jugarreta clásica en estados como Veracruz, Tamaulipas y Chihuahua (en donde habrá elecciones para gobernador en 2016), para obstaculizar al máximo las candidaturas independientes. Por cierto en los tres casos se trata de malos gobiernos, completamente desprestigiados, que una buena oposición, de partido o independiente, podría derrotar al PRI sin problema.

Por otra parte, llegamos de nuevo a la lógica de los años 80 cuando las reglas electorales se manipulaban con trampas y sótanos para proteger al PRI. Ahora no se puede bloquear a la oposición, pero sí a los independientes que son una amenaza real. El PRI no quiere repetir la experiencia de Nuevo León durante las elecciones de doce gubernaturas en 2016. Para lograrlo ya empezó a gestionar un modelito de obstáculos (anticonstitucional) que impone con su mayoría en los congresos locales. Difícil la tendrá el PRI para conservar el poder con gobernadores como los Duarte, en Chihuahua y Veracruz, un par de políticos impresentables, uno por corrupto y el otro, además de corrupción, por la enorme cantidad de periodistas asesinados que hay en ese estado. De la misma forma que en décadas pasadas se trató sin éxito de impedir la llegada del pluralismo y la alternancia, hoy las maniobras del priísmo tampoco podrán, espero, detener la desconfianza ciudadana y las ganas de librarnos de la partidocracia.

Cuando vemos lo que sucedió en las zonas más urbanas y desarrolladas del país, Nuevo León, la zona metropolitana de Guadalajara y la ciudad de México, nos damos cuenta de que hubo una expresión ciudadana que merece ser leída y entendida como una rebelión en contra de los partidos tradicionales, en contra de la corrupción en la que han caído esas instituciones, que cada día tienen más dinero y menos confianza ciudadana. En esas regiones hubo un voto en contra del PRI, PAN y PRD; una expresión que buscó mejores opciones, políticos más independientes, quizá más confiables. Pero, ¿qué se entiende por una mayor confianza? Se ha discutido mucho sobre el sentido de ser independiente o una nueva opción. La descalificación más obvia es que se trata de antiguos militantes y que en realidad no son independientes. Sin embargo, los ciudadanos vieron algo que les generó confianza. La independencia, en este caso, puede significar no tener compromisos con los poderes fácticos, amarres con los intereses particulares del negocio partidocrático o con los negocios privados de la corrupción. Algo similar sucedió en Barcelona y Madrid con Ada Colau y Manuela Carmena.

2015 inaugura un nuevo ciclo en donde los tres grandes partidos ya no tienen el monopolio de la representación. En los territorios más importantes del país se han expresado otras opciones y se rompe con los partidos tradicionales. La fragmentación de la partidocracia abre nuevas opciones. Pero, al mismo tiempo, no se puede olvidar la cartelización de los partidos chicos que abiertamente representan a un sector, negocio o interés, cuyos casos más emblemáticos son el Verde como representante del duopolio televisivo, el Panal de los maestros y Encuentro Social de los evangélicos.

Si es cierto que se ha agrietado la partidocracia, será en el 2018 cuando se verá de mejor forma si el nuevo ciclo tiene posibilidad de potenciar su fuerza con un nuevo régimen de representación democrática o seguimos con el viejo modelo. Ya veremos…

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