- En Estados Unidos esa práctica ha ocasionado polución en suelo, agua y aire.
- Está prohibida su aplicación en Francia, Bulgaria y Alemania; en México es inminente su llegada.
La explotación de hidrocarburos a través de la fractura hidráulica –conocida como fracking– del subsuelo con el consumo de millones de litros de agua y la combinación de centenas de químicos, ha ocasionado en Estados Unidos contaminación del suelo, agua y aire, así como el desplazamiento de pobladores. Esta práctica ha sido prohibida en Francia, Bulgaria y Alemania.
En México se planea aplicarla en yacimientos de Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Nuevo León, Veracruz, Puebla y Oaxaca, de acuerdo con información de Petróleos Mexicanos (Pemex). En los estados del norte, con escasez de agua, podría darse una competencia por líquido, ya que son zonas donde la sequía es recurrente.
Los conflictos que por esta actividad se han dado en Estados Unidos han llegado al cine de Hollywood, con películas como Tierra prometida (2013), de Gus Van Sant; asimismo, en 2010, HBO produjo el documental Gas land, el cual ganó el premio especial del jurado del festival Sundance.
Las escenas que presenta este documental de lo que ha dejado el fracking en algunos de los 34 estados donde se realiza, como Colorado, Pensilvania, Texas o Utah, son devastadoras: el agua de ríos y para consumo humano está contaminada con químicos cancerígenos y gas natural; el aire se hace irrespirable por la mezcla de polvo y vapores de químicos; además de lesiones cerebrales en gente que habita en viviendas rodeadas de pozos de fracking.
En Estados Unidos la práctica se extendió a mediados de la década pasada, sobre todo después de la crisis desatada por el boom inmobiliario. En 2005, a la llamada ley de agua limpia se le puso una cláusula para dar prioridad a la explotación de hidrocarburos cuando Dick Cheney era vicepresidente estadunidense (2001-2009); antes, el político fue empleado de la petrolera Halliburton, explica Francisco Cravioto, de la Alianza Mexicana contra el Fracking.
En México esta explotación de hidrocarburos no convencionales entrará en vigor en los próximos días, luego de que este lunes el presidente Enrique Peña Nieto promulgue las leyes secundarias en materia energética.
En principio, para esta actividad son viables la cuenca de hidrocarburos Burro Picachos, que va de áreas cercanas a Ciudad Juárez, Chihuahua, cerca del río Bravo, hasta Coahuila, pasando por Piedras Negras. A un lado está la cuenca de Burgos, que va desde Nuevo Laredo, Tamaulipas, y se extiende a casi el centro del estado y la mitad de Nuevo León. Otra cuenca es Sabinas, que pasa por la región carbonífera de Coahuila y llega a Nuevo León.
Hacia el sur está la cuenca Tampico-Misantla, que va del sur de Tamaulipas a la Huasteca potosina, pasa por Ciudad Valles y se extiende a Xilitla y Poza Rica, Veracruz. Abarca parte de Hidalgo y la sierra norte de Puebla. De acuerdo con el mapa de la administración de información de energía de Estados Unidos, que se encarga de recabar datos sobre el tema en el mundo, también hay recursos de hidrocarburos hacia el sur de Veracruz, y Tuxtepec, Oaxaca.
Las cuencas del norte del país son regiones con escasez de agua. Incluso en la zona donde coincide la región hidrológica Río Bravo con los yacimientos Burro-Picachos, cerca del cauce, en los últimos años la sequía ha impedido que México envíe el agua comprometida a Estados Unidos de acuerdo con el Tratado Internacional de Aguas. Actualmente Chihuahua tiene sequía en 85 por ciento de su territorio, Tamaulipas en 54 y Nuevo León en 58 por ciento, de acuerdo con el Monitor de Sequía de la Comisión Nacional de Agua (Conagua).
Cravioto detalla que hasta abril pasado, de acuerdo con una solicitud de información que se hizo por Infomex, Pemex reveló que había abierto 20 pozos de fracking para hacer pruebas: 16 en Tamaulipas y otros cuatro en Nuevo León. Explica que este tipo de explotación es intensiva; el espacio de un pozo puede ser de una o dos hectáreas, se coloca el barreno, un estacionamiento para camiones, una caseta para los técnicos, una presa de ‘‘jales’’ para depositar las aguas residuales. ‘‘Es una explotación pequeña que se expande dentro del subsuelo. Se pueden hacer barrenaciones hacia 16 direcciones distintas; es un área muy amplia de fractura, un círculo de unos tres kilómetros o menos’’.
Superficialmente se ven centenares de pozos con 400 metros de distancia, más las carreteras que los conectan. ‘‘El daño es muy grande. Son múltiples pozos en una sola cuenca. Actualmente se hacen pozos de prueba para ver las tasas de retorno: cuánto hidrocarburo sale y cuánto se puede explotar’’.
Pemex va a invertir 30 mil millones de pesos para estas actividades de exploración, recursos públicos que se usarán para generar información y ponerla a disposición del sector privado, indicó.
De acuerdo con el documento denominado Principales problemas identificados con la explotación de gas de esquisto por fractura hidráulica en México, elaborado por la alianza integrada por la Coalición de Organizaciones Mexicanas por el Derecho al Agua, Fundar y Greenpeace, entre otras, enumera implicaciones para el medio ambiente como alto consumo de agua y la competencia de esta técnica con otros usos como el doméstico, el agrícola y el urbano.
‘‘El grado de contaminación que presentan las aguas residuales de esta explotación pone en riesgo la salud de las poblaciones y la integridad de los ecosistemas. Las propuestas existentes para tratar estas aguas y atender las principales afectaciones generadas por las mismas todavía no son satisfactorias.’’
Se han identificado más de 2 mil 500 productos y al menos 750 tipos diferentes de químicos en el fluido de perforación, y existe el problema de la disposición final de las aguas residuales, ya que un riesgo es que se evaporen y generen lluvia ácida que daña suelo, cultivos y personas; colocar en presa de jales que se pueden desbordar por una tormenta o que se hagan pozos letrina, que consiste en la inyección del agua al subsuelo, puede ocasionar daños geológicos y provocar sismos. Esto ha ocurrido en áreas de Ohio, explica Cravioto.
El documento señala que el gas de esquisto no puede ser considerado alternativa limpia o de transición, como se ha querido promover. ‘‘A pesar de que la quema del gas emite menos contaminantes que la de carbón, su proceso de extracción, procesamiento y transporte desprende cantidades inaceptables de metano’’, uno de los más potentes gases que llevan al cambio climático.