El salario mínimo en México está lejos de ser una remuneración digna para los trabajadores. En veinte años el poder adquisitivo de los mexicanos ha caído más del 70%. Para entender más la gravedad y la diminuta cifra de dinero que reciben millones de ciudadanos todos los días por su trabajo, es necesario revisar lo que sucede en otros países.
Con un salario de cuatro mil dólares al mes, Luxemburgo es el país con el mejor salario mínimo del planeta, y si bien nuestro país está lejos no sólo en este rubro sino en muchos otros del país europeo, es realmente alarmante que nos encontremos muy por debajo de la media mundial que es de mil 480 dólares al mes.
El salario mínimo mensual en México es de apenas de 609 dólares, colocándolo en el lugar 58 de 72 analizados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y como uno de los países con trabajadores peor remunerados en América Latina.
México es la segunda economía más fuerte de Latinoamérica después de Brasil, ¿cómo es posible que el salario mínimo sea tan bajo?, ¿quiénes se están beneficiando con estas insultantes condiciones laborales?, ¿hasta cuándo la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami) verá por los intereses de los trabajadores?.
Mientras casi diez millones de trabajadores mexicanos ganan en promedio mil 955.9 pesos al mes, el presidente de la Conasami percibe más de 121 mil pesos mensuales, el equivalente a 60 veces el salario mínimo. Esto es un ejemplo más de la desigualdad que se vive en todos los rincones de la República Mexicana, una desigualdad que golpea y afecta todos los días a millones de mexicanos que apenas sobreviven o viven en la pobreza.
Aunque en países como Chile o Brasil el salario mínimo es un aliado para disminuir la pobreza y revitalizar la economía. Aquí se emplea como mecanismo para continuar beneficiando a los grandes grupos empresariales, nacionales y extranjeros.
Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, asegura que “un incremento al salario mínimo generaría una espiral inflacionaria”. Sin embargo, con base en la experiencia de otros países latinoamericanos, dotar de un mayor poder adquisitivo a los trabajadores no sólo mejora la economía, también disminuye las expresiones de violencia e inseguridad causadas por la desigualdad social.
El trabajo de cada uno de los ciudadanos que todos los días completan jornadas extenuantes vale mucho más que el salario que reciben. Un salario mínimo no alcanza para subsanar los gasolinazos y el aumento de precios que han desencadenado las reformas recién aprobadas.
Finalmente, el escaso salario mínimo es reflejo de un país donde se prefiere privilegiar a los gobiernos y empresas con un cheque en blanco para abusar de la fuerza laboral de los mexicanos; un país donde el gobierno otorga bonos millonarios a los legisladores antes que cumplir con la obligación constitucional de los trabajadores.
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