Las “pluris” de representación proporcional

Autor: 
Esteban Garaiz

A Fito Sánchez Rebolledo, 
antiguo compañero, con respeto

Si un partido de reciente ingreso, por ejemplo, obtuviera en la próxima elección federal un 35 por ciento de los votos ciudadanos en cada uno de los 300 distritos electorales del país, podría ocurrir que no ganara por mayoría relativa ni en uno solo de los 300.

En consecuencia, tendría cero representación en la próxima legislatura, aunque cuente con el apoyo creciente de muchos ciudadanos del país. Los grandes, antiguos (desprestigiados) no lo dejarían crecer. La mayoría relativa en cada distrito es justa para los candidatos. Pero es injusta e inequitativa para los ciudadanos de una tendencia política temporalmente minoritaria. Sesga la representación.

Por eso, en los tiempos de 1970, cuando el PRI lo controlaba todo, no había ninguna posibilidad de mejora democrática.

Por eso, en 1977, a propuesta de Jesús Reyes Heroles, se hizo la reforma electoral para crear otras 200 curules que fueran de representación proporcional al porcentaje de votos obtenidos por cada tendencia política. Se eligen por listas de nombres (o sea plurinominales). Según el porcentaje de votos obtenidos por cada partido, irán obteniendo la representación en el orden de la lista de nombres (o sea plurinominal).

El orden de las listas de candidatas y candidatos es un asunto de la democracia interna de cada partido; y respaldada en su caso por los electores.

Es falso que los candidatos de las listas de los partidos no son electos por el voto de los ciudadanos. Cuantos más votos de respaldo obtenga un partido, más candidatos de la lista descendente obtendrán la representación popular.

Hay muchos países, sobre todo en Europa, como Italia, Francia, España, que sólo tienen elecciones por listas, o sea plurinominales.

Alemania tiene la mitad de mayoría relativa y la otra mitad de representación proporcional. De ese modo se pretende evitar la sobrerrepresentación de unos partidos y la subrepresentación de los otros. México lo adaptó en 1977, pero en una proporción de 60 a 40 por ciento, o sea 300 diputados de mayoría relativa y 200 de representación proporcional.

Evidentemente, éste es un tema que importa mucho a los grupos políticos profesionales, sobre todo a los que detentan el poder político en el presente, y que no quieren soltarlo.

Para los ciudadanos que vamos a votar y que queremos que nuestra voluntad soberana sea tomada en cuenta, la importancia democrática tiene la mira en otra parte: en la eficacia del voto, “sufragio efectivo”.

Según la teoría clásica de Maurice Duvenger: Los Partidos Políticos, 1957, cuando un país adopta el sistema electoral de mayoría relativa (como Gran Bretaña o Estados Unidos), entonces la tendencia es al bipartidismo, o sea que sólo sobrevivan dos partidos políticos.

En cambio, si se adopta legalmente el sistema electoral de representación proporcional (las “pluris”), como es el caso de Francia, España, Italia, entonces la tendencia es al pluripartidismo, o sea: muchos partidos hasta el extremo (teórico) de uno por curul.

En este caso, crece la oportunidad para el nacimiento de nuevos partidos.

Según Robert Michels, 1962, todos los partidos políticos, como los carros, tienden con el tiempo a deteriorarse, a corromperse, hasta resultar inútiles y desaparecer (es el caso en México del PRI, PAN y del PRD, ya no digamos del Verde). Michels llamó a ese fenómeno “tendencias oligárquicas de la democracia moderna”.

Como ya se ha mencionado en este espacio, el PRI y el PAN juntos y con los pequeños mercenarios, han venido votando (después de hacer a un lado sus respectivos programas) desde 1989 en más de 16 ocasiones cambios estructurales profundos desmantelando los grandes postulados constitucionales, como la educación pública gratuita, los derechos laborales esenciales incluido el salario mínimo, los recursos energéticos propiedad de la Nación como base troncal del desarrollo económico nacional, la recaudación fiscal progresiva y redistributiva y otros asuntos de respaldo mayoritario.

La política es el arte de lo conveniente: para la sociedad. No es el caso de bueno o malo. Y lo conveniente para la mayoría debe decidirse entre todos, analizando y debatiendo.

Lo que sí es una responsabilidad ética y moral de cada ciudadano, hombre o mujer, es no malbaratar su voto por una despensa; o, como la cita bíblica, “por un plato de lentejas”. Según la Tabla de Moisés, es un pecado grave. El que tenga dudas de conciencia, que consulte.

P.D. “Que las constituciones dejen de ser simplemente el arte de ser diputado”, Ignacio Ramírez, 
El Nigromante.

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