MÉXICO, D.F. (Proceso).- Latinobarómetro, organización de la sociedad civil con sede en Chile, dio a conocer la semana pasada los resultados de la encuesta de cultura política de 2015 y dibuja una preocupante realidad para América Latina, especialmente para México: más allá de la insatisfacción con la democracia, hay una grave crisis de representatividad y un déficit de cultura política democrática.
El informe es tajante al señalar: “La democracia es más que todo una aspiración para los ciudadanos de la región, algo que no sucede aún, pero que se espera que suceda”. Y se ve reflejado en una tabla en la cual deja claro que es el continente donde hay menos satisfacción con la democracia, pues en Asia 70% de la gente está satisfecha; en Europa, 59%; en África, 49%, y en América Latina, 37%. México es el país latinoamericano con menor nivel de satisfacción, únicamente con 19%, es decir, prácticamente la mitad del promedio continental y cerca de la cuarta parte del promedio de Asia.
Una de las explicaciones de esta baja satisfacción con la democracia se encuentra en la desconfianza de los mexicanos en torno a la limpieza de las elecciones, pues únicamente 26% respondió que las consideraba limpias, lo que lo ubica en el último lugar en Latinoamérica, casi a la mitad del promedio continental –de 47%– y a poco más de la tercera parte de Uruguay, que con 82% encabeza la lista.
Otro elemento es la lejanía de los gobernantes con la ciudadanía, pues al preguntarles si se sienten representados por el Congreso, únicamente 17% contestó que sí, seis puntos porcentuales debajo del promedio latinoamericano –de 23– y únicamente por encima de Paraguay, con 14%; Brasil, 13%; y Perú, 8%; y muy lejos de Uruguay, con 45%.
Y al cuestionarles si aprueban la gestión del gobierno de Enrique Peña Nieto, únicamente 35% lo hizo, lo cual resultó ser el nivel de aprobación más bajo desde 2002, cuando empezó el trabajo de Latinobarómetro, muy abajo del 60% que obtuvo en 2006 el entonces presidente Vicente Fox y el mismo porcentaje de Felipe Calderón en 2007, y 11 puntos porcentuales debajo del 46% obtenido en 2013 por el mismo Peña Nieto. A escala latinoamericana, el promedio de aprobación es de 47% y los cuatro presidentes de la región con menor nivel de aprobación que el mexicano son los de Venezuela, 30%; Brasil, 29%; Paraguay, 26%; y Perú, 24%.
Entre las explicaciones para los bajos niveles de aprobación puede identificarse que sólo 26% de los ciudadanos considera que el gobierno mexicano es mucho o algo transparente; en este caso el promedio latinoamericano es de 36% y por debajo de México están Guatemala, Perú, Colombia y Brasil. La falta de transparencia redunda en que al preguntarles a los ciudadanos si creían que se había progresado en reducir la corrupción en las instituciones del Estado en los últimos dos años, únicamente 22% respondió que algo o mucho, también por debajo del 33% del promedio latinoamericano y únicamente por encima de Argentina y Brasil.
Sólo 21% de los mexicanos considera que se gobierna para el bien de todo el pueblo, cifra que también está por debajo del promedio latinoamericano de 29%, aunque por encima de Chile, Costa Rica, Paraguay y Brasil, pero muy lejos del 56% de Ecuador o el 55% de Uruguay y Bolivia.
A esto se suma que 47% respondió que su ingreso no es suficiente y tiene dificultades o grandes dificultades para cubrir sus necesidades, y 70% que considera que vivir en México es cada día más inseguro. En contrapartida, únicamente 17% considera que la distribución de la riqueza en México es justa o muy justa; 18% considera que el país está progresando, y 11%, que la situación económica actual de México es buena o muy buena.
Al revisar estos números, el 35% de nivel de aprobación parece alto, pues salvo 53% que no enfrenta dificultades para cubrir sus necesidades, todos los otros porcentajes conducirían a índices de aprobación menores: 11% que considera que la actual situación económica es buena; 17% que juzga que la distribución del ingreso es justa; 18%, que el país está progresando; 21%, que se gobierna para bien de todo el pueblo; 22%, que se avanza en la lucha contra la corrupción; 26%, que el gobierno es transparente, y 70% que considera que cada día es más inseguro vivir en México.
Así, la explicación más sensata del 35% que lo aprueba hay que buscarla en el 38% de los mexicanos que votaron por Peña Nieto en 2012, aunque una parte de ellos no la estén pasando muy bien.
Muestra más lógica es el 19% que manifiesta su satisfacción con la democracia, cuando se observa que únicamente 26% –prácticamente la cuarta parte de la población– cree en la limpieza de las elecciones; sólo 17% –la sexta parte de la población– se considera representada por el Congreso y 35% –la tercera parte– aprueba la gestión presidencial.
Pese a ello, 48% de los mexicanos mantiene su apoyo a la democracia; es decir que hay 29% –más de la cuarta parte de los ciudadanos– que apoya la democracia aunque no está satisfecho con su desempeño (demócratas insatisfechos); aquí también debajo de Venezuela, donde el diferencial es de 54%; Brasil, 33%; y Perú, 31%.
El 83% de los mexicanos no se siente representado en el Congreso, y aun suponiendo que 38% de quienes acudieron a las urnas y votaron por Peña Nieto se siente representado por él, 62% no, lo cual hace que alrededor de las dos terceras partes de los mexicanos no se sientan representados por los gobernantes electos.
Esto anula los avances que se habían logrado en materia de democracia electoral: más allá de que tres cuartas partes de los mexicanos no crean en la limpieza de las elecciones, tampoco se sienten representados por quienes resultan oficialmente ganadores.