Aung San Suu Kyi, del mito a la ‘realpolitik’ en Myanmar

Autor: 
MACARENA VIDAL LIY
 
 11 de noviembre 2015
  • La dama birmana, símbolo de la lucha por la democracia en Asia, se prepara con su partido para gobernar Myanmar tras la que se perfila como una gran victoria electoral
  • El partido de Aung San Suu Kyi dice haber obtenido el 70% de los votos
 
Lo que sonaba impensable hace apenas cinco años parece cada vez más real: un Gobierno en Myanmar —antigua Birmania— de la Liga Nacional para la Democracia, el partido de Aung San Suu Kyi. Los resultados preliminares apuntan a una victoria arrolladora. Adorada por sus conciudadanos, aclamada en Occidente durante años como un icono de los derechos humanos, le llega la hora de demostrar si las esperanzas depositadas en ella tienen razón de ser. Aunque la Constitución le impide presidir el país, nadie duda de que será la verdadera dueña del poder. Y la primera en dejarlo claro es la propia Suu Kyi: tomará “todas las decisiones como líder del partido vencedor”, ha declarado a la BBC.
 
Con 88 escaños adjudicados hasta este martes en la Cámara Baja, de un total de 330 de libre elección (los otros 110, el 25%, están reservados por ley al Ejército), 78 corresponden a la NLD. La premio Nobel de la Paz confía, según afirmó a la BBC, en que su partido logrará en torno al 75% de los votos, más del 67% que necesita para controlar el Parlamento.
 
En una entrevista con Channel News Asia, ha declarado que el nuevo presidente birmano “no tendrá autoridad” y será nombrado “únicamente para cumplir con la Constitución”. "Es la única manera lógica de hacerlo. En cualquier país democrático, el líder del partido ganador se convierte en líder del Gobierno. Si la Constitución no lo permite, tendremos que alcanzar un acuerdo para proceder según las líneas democráticas habituales".
 
Aung San Suu Kyi está disfrutando del momento. Está a punto de culminar la batalla que empezó en 1988. Hasta entonces se había limitado a su papel de esposa de un profesor de la Universidad de Oxford, Michael Aris, y de madre de dos hijos. Pero un viaje ese año a Yangón para cuidar de su madre enferma coincidió con el estallido de manifestaciones masivas contra la junta militar que gobernaba el país desde 1962. La hija del héroe de la independencia birmana, el general Aung San, se puso al frente de ellas. Fue detenida y condenada a un arresto domiciliario que continuaría, con dos interrupciones, hasta 2010. Había nacido un mito.
 
En 1990, los militares, obligados por la presión popular, permitieron la celebración de elecciones. La Liga logró el 80% de los votos. Pero los comicios fueron anulados, y Myanmar viviría 20 años más como un paria internacional, bajo uno de los regímenes militares más opresivos del mundo y lastrada por durísimas sanciones.
 
Durante todo ese tiempo, La dama sirvió de inspiración a quienes deseaban un cambio democrático en su país. No cedió siquiera cuando su marido agonizaba en el Reino Unido, enfermo de cáncer. En el exterior le llovían los honores: en 1991 se le concedía el premio Nobel de la Paz, como ejemplo “del poder de los que no tienen poder”. Su vida era llevada al cine.
 
En su país se la venera por esa resistencia y como hija de su padre. “Tiene el mismo carácter que él. El mismo espíritu luchador, el mismo sentido de la moral, la misma disposición a defender sus ideas”, afirma con una sonrisa el veterano político Maung Maung Gyi, de 77 años, y que la conoce desde niña. Es ex secretario general de la Liga Antifascista para la Libertad de los Pueblos, el partido que fundó el general.
 
Media vida en la cárcel
  • Hija de un militar héroe de la independencia birmana, Aung San Suu Kyi nació en Yangón en 1945. Antes de iniciar su carrera política se graduó en Oxford y trabajó en la ONU.
  • 1988. Regresa a Birmania para cuidar de su madre enferma y acaba encabezando las protestas contra la dictadura militar.
  • 1989. El régimen la somete a arresto domiciliario en Yangón.
  • 1990. Su partido gana las elecciones pero quedan anuladas por los militares.
  • 1991. Le conceden el Nobel de la Paz como presa política. Entre 1995 y 1996 salió de la cárcel, adonde volvió sin poder apenas recibir visitas. En 1999 su marido murió de cáncer sin que los militares le dejaran verla.
  • 2010. Sale de su cautiverio.
  • 2012. Recoge el Nobel concedido en 1991.
  • 2015. Su partido vuelve a vencer en las primeras elecciones libres en 25 años.
 
Su carisma —o su autoritarismo, según algunos— es tal que ha eclipsado a cualquier otra personalidad birmana. No importa que haya escogido un pragmatismo de hierro que le ha llevado a optar por el silencio frente a los abusos contra la minoría musulmana rohingya, para no enemistarse con su base de religión budista, y que esa posición le haya valido duras críticas de las organizaciones pro derechos humanos internacionales. Pocos de quienes acudían a votar el domingo podían explicar el programa electoral de la NLD. Pero la inmensa mayoría hablaba de su admiración por Madre Suu.
 
“La gente está ansiosa de librarse del mando de los militares. Esa es la gran prioridad, quieren un cambio”, explica Maung Maung Gyi. “Una vez que se imponga la democracia, ya se desarrollará la ideología”.
 
Porque, reconoce, la Liga es hoy por hoy “un partido basado en la personalidad, no tiene ideología”.
 
Otros van más allá y denuncian un estilo autoritario. El antiguo preso político y colaborador de la premio Nobel Myo Khin ha denunciado la “marginalización” de quienes dirigieron el partido en los años de plomo en favor de quienes no se atreven a desafiar a la líder.
 
La Nobel rechaza estas acusaciones: “Hemos sido capaces de sobrevivir porque tenemos el apoyo de la gente, y los Gobiernos que se basan en el apoyo del pueblo nunca son autoritarios”, asegura.
 
Y aunque insiste en que estará “por encima del presidente”, Maung Maung Gyi resta importancia a esas afirmaciones. “Es un ataque psicológico a los militares. Les está presionando”.
 
Porque, incluso si se confirma la goleada electoral de su partido, La dama aún tendrá que compartir el poder con los militares durante una temporada. La ley les reserva ministerios y competencias clave, y buena parte de la economía del país está directa o indirectamente bajo su control.
 

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