22 de marzo de 2016
Ante este riesgo, parece dudoso que el PRI y el gobierno vayan a querer algo similar. La oposición, tan vociferante para pedir instituciones que permitan llevar a la cárcel a los corruptos, tampoco debe desear algo así. Lo que hizo la transición democrática fue permitir a nuevos actores participar en el juego de complicidades y corrupción. El PAN desperdició sus 12 años en el poder para cambiar esto, a la par de acumular muchos casos de corruptos entre sus filas. El PRD perfeccionó el modelo de control corporativo de reparto de dinero en la Ciudad de México.
La corta historia de una institución producto del Pacto, la nueva Fiscalía Especial para Delitos Electorales (Fepade), que sí tiene dientes y es autónoma del poder político, es preocupante. El fiscal, Santiago Nieto, ya no es un empleado del Presidente ni de la procuradora. Optó por denunciar al entonces subsecretario Arturo Escobar por delitos electorales. Tuvo que enfrentar una clara campaña de prensa en su contra y la jueza Rosa María Cervantes Mejía determinó que el delito denunciado no correspondía a la conducta denunciada. Nieto dijo que volvería a presentar la denuncia. No lo ha hecho. No sé si por incompetente o porque ya se rajó.
No sólo los políticos se benefician de la corrupción. Hay una red de empresas y contratistas cuyo modo de negocio es la corrupción. El más visible es el de los desarrolladores urbanos. Un edificio alto en una zona de construcciones bajas es, en sí mismo, una confesión de corrupción.
Los inversionistas extranjeros tampoco siempre ven con simpatía la lucha contra la corrupción. Hace unos meses un amigo acompañó a un inversionista financiero a reuniones con funcionarios y empresarios para tratar de evaluar qué tan riesgoso es invertir en México. Al final, el inversionista le preguntó: ¿Qué tan probable es que haya una reforma como la de Brasil en materia de lucha contra la corrupción? Muy poca, le dijo mi sabio amigo. Qué bueno, respondió el inversionista. Lo de Brasil genera mucha incertidumbre.
Esto no significa que todo esté perdido. Primero hay que reconocer que hay muchos funcionarios honestos en puestos clave, que permiten que esas instituciones funcionen bien, a pesar de todas las presiones de su entorno. El ejemplo más evidente es el Banco de México. Junto con él, la alta burocracia Hacendaria y de las Secretarías de Relaciones Exteriores, Economía y Salud, por citar a las más evidentes, suele ser honesta y competente. También la mayoría de los Centros Públicos de Investigación y Órganos Autónomos. El reto es cómo encontrar más personas honestas y competentes para ponerlas en los puestos clave. No es fácil. El prestigio de ser funcionario va a la baja. Los salarios para los altos funcionarios están muy por debajo de lo que pueden ganar fuera del sector público.
Los candidatos independientes se han vuelto una esperanza de cambio. Pero El Bronco, que de independiente tenía muy poco, no parece querer o no ha podido cumplir con las promesas que en materia de corrupción hizo, empezando por meter a la cárcel a los responsables del desfalco que sufrió Nuevo León. El modelo de Enrique Alfaro, quien ganó la alcaldía de Guadalajara con Movimiento Ciudadano y construyó una red de aliados en alcaldías aledañas, tanto en los congresos de Jalisco como en el federal, parece una mejor estrategia. Falta ver si es capaz de enfrentar la corrupción como se lo propuso.
La mejor forma de atacar el problema de raíz es con una fuerte presión social para que no se quede la reforma en mera retórica. Las instituciones brasileñas que han logrado desentrañar una compleja maraña de corrupción y meter a la cárcel a políticos y empresarios poderosos, tuvieron el domingo el respaldo implícito de más de un millón de brasileños que salieron a la calle a pedir la destitución de la presidente Dilma Rousseff y gritaron a coro: “Lula, ladrón. Tu lugar es la prisión”.
No hay un movimiento social similar en México, en parte porque no estamos en medio de una crisis económica profunda como la de Brasil, donde su sueño de desarrollo estatista y proteccionista se estrelló con la realidad. Pero, en general, somos más pasivos que los brasileños.
Todo mexicano interesado en el tema debe ayudar actuando. En lugar de quejarnos debemos denunciar a funcionarios corruptos. No vote por quienes tienen un historial público de haber violado la ley. Y, ya que se juntaron las 120 mil firmas que requiere una iniciativa ciudadana, apoye mandando una carta a su diputado para que vote a favor de la nueva Ley General de Responsabilidades Administrativas, la llamada tres de tres, un primer gran paso ciudadano para combatir la corrupción.